Este fin de semana he disfrutado de la visita más que bienvenida de los amigos de la capital para asistir al concierto de Coldplay, el cual estuvo bastante bien a pesar del sonido y de las críticas. Seguramente fue por la compañía.
En cualquier caso no quiero hablar aquí del concierto sino del ocio nocturno de la Ciudad Condal. Es curioso ver como los amigos que vienen de Madrid, del que fuera el reino de la vida nocturna (que ya está bastante de capa caída y sigue en una tendencia más bien bajista), disfrutan a tope de la marcha de Barcelona.
Supongo que es debido al cambio de aires más que nada, porque tras más de un lustro viviendo en Bcn creo que el ocio nocturno está perfectamente diseñado para los guiris de chancleta y Wayfarer de colorines.
Las copas son caras, los bares/pubs cierran pronto, el servicio suele ser bastante malo y las copas, salvo excepciones, son mediocres (uno, máximo dos hielos por copa...lo que me hace preguntarme si el tópico del puño cerrado catalán es una verdad como un templo). En cualquier caso, entre tanto local de medio pelo es cierto que hay algunos sitios que no dejaría de recomendar y que aún aguantan el envite turístico a pesar de aparecer en la Lonely Planet o en el dominical del Times.
Por supuesto, para gustos los colores, y seguro que algunos de estos bares son antros de mala muerte para otras muchas personas, pero si uno está a gusto en un sitio, y disfruta tomándose una copa tanto de la compañía como de la música, creo que son razones más que suficientes para recomendarlos.
En el barrio de Gracia da gusto tomarse un mojito de Ron Santiago con angostura en el desconchado y revolucionario Räim,
o escuchar a los Weezer o Postal Service en el pequeño Mond Bar de la Plaza del Sol.
En el Raval, entre las peleas de los pakistaníes por su territorio de venta de latas de cerveza, se pueden encontrar sitios como el Manchester o el Benidorm alrededor de la calle Joaquín costa. Atravesando la Rambla del Raval se puede tomar una rápida en el cutre 68 o visitar los clásicos como el London (a pesar de que el ayuntamiento ha acabado con sus conciertos en directo) o, atravesando la nube de lumis, el Sifó o el Marsella y sus copas de absenta. A pesar del calorazo, en este bar se han grabado varias escenas de la película Vicky Cristina Barcelona, que mejor no voy a decir lo que me merece...
Un poquito más abajo esta el minúsculo Pastis, donde casi todos los días hay un cantautor en un micro escenario rodeado de trastos. Es otro de los sitios con más solera de la ciudad y que si no lo cierran va a ser de milagro porque tiene mil frentes abiertos con el Ayuntamiento. A la vuelta de la esquina está el Cangrejo, que creo que es mejor verlo uno mismo porque creo que es indescriptible.
También en el Raval me queda pendiente una visita al Cassette que me han recomendado mucho. Quizás este fin de semana.
Atravesando las Ramblas llegamos al Gótico donde pocos garitos sobreviven a la marea de guiris. Me quedo sin dudarlo con la música del Fantástico y las copas de vino acompañadas de torraditas de humus del Andú disfrutando de la colección de muebles importados directamente del contenedor del punto limpio. En otra época hubiese recomendado los conciertos del jueves en el sótano del Sidekar en la Plaza Real, pero como dan salfumán para beber, pues castigado.
En el Borne solo recomendaría algún sitio para cenar como el Pim Pam Burguer (que hamburguesazas!) o la Báscula, pero bares de copas?...solo si eres rubio, hablas inglés y tienes los bolsillos llenos. Eso sí, un paseíto por sus calles siempre es recomendable.
Del Ensanche me quedo con las copitas escuchando Jazz en la penumbra del parisino Les gens que j’aime. Y por encima de Francesc Macià, especialmente en las calles Amigó y Mariá Cubí hay muchos bares, pero son bastante pijitos aunque afortunadamente poco turísticos, como el Solidarik que es de un amiguete. De las discotecas de esta zona ya hablaré otro día porque merecen una mención aparte, pero resumiendo, son pésimas.
Atravesando la ciudad llegamos al Poble Nou donde todo gira en torno a la grandísima sala Razzmatazz. Lo cierto es que es realmente grande y con 6 o 7 ambientes diferentes. La música es bastante buena especialmente cuando pinchan Amable y Gato. Un defecto: las colas interminables que se forman a partir de las 2 de la mañana, y las copas en vaso de tubo de plástico con coca cola de pistola que a verdad están de penita. Pero creo que de vez en cuando está bien darse una vuelta por aquí para nivelar el pH. Alrededor de esta sala hay muchos bares de todo tipo, desde el punk más transgresor hasta el heavy metal más de ultratumba.
En el Paralelo está la Sala Apolo, pero como a mí no me gusta la música electrónica de todo a cien, pues que opine otro.
Seguro que se me ha olvidado algún bareto chulo, pero en general esto es lo que hay. Y claro, para un fin de semana está estupendito, pero para vivir casi 6 años se queda bastante corto. En breve me toca a mí volver a la capital para darme un homenaje por el Wild Thing, el Espiral Pop o el Sol que más calienta. Busco acompañantes.
K
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